Palabras del director
Necesita creer que el hombre es bueno en esencia
Don Quijote no es un loco, es un iluso. Vive su realidad, una realidad que no es otra que el mundo, un mundo justo en el que el hombre es un ser humano, vital, no un resultante de una sociedad que antepone la mentira a la verdad. Quevedo, poco después decía que el hombre y la corte eran hipócritas, pues “esconden su verdad, para vivir su mentira”. El Quijote necesita ‘su’ verdad para vivir intensamente, para poder salir a los caminos y deshacer entuertos y aplicar la justicia, no la legalidad. Una justicia que antepone el hombre a la normativa, a la normalidad social. Su locura es buscar una sociedad justa con el hombre.
Este montaje teatral da importancia al ser humano, y por eso comienza casi en el final de la obra, cuando es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna y le hace dejar los calientes caminos de España para volver a su casa. Poco durará el buen Quijano sin la ilusión por luchar por los más desfavorecidos, por la justicia del hombre y no de la sociedad, por el amor ilusionante y motivador. Tiene que morir como ave enjaulada privada de libertad. Hemos comenzado por el final, para mostrar al don Quijote de sus aventuras desde la defensa de su vida ante la visión de un personaje, Dulcinea del Toboso, él mismo o su ‘yo social’, que le indica la realidad de sus aventuras. Realidad que él sigue negando, porque necesita seguir creyendo en su Dulcinea del Toboso (y no en Aldonza Lorenzo), y en sus aventuras. Necesita creer que el hombre es bueno en esencia.
El Quijote y Dulcinea del Toboso (ser irreal basado en la porquera Aldonza Lorenzo) repasan sus correrías por el mundo, enfrentando la ilusión y la realidad, el mundo real y el ideal. Cuando al final sale Aldonza, ese personaje será representado por la misma actriz que Dulcinea, cambiando el vestuario y el peinado, pero viendo claramente el público que es el mismo personaje.
Todas las escenas en las que aparece doña Dulcinea son imaginarias, lo que se recreará escenográficamente con una iluminación irreal, preferiblemente de tono verdoso y en calle, y concentrada en un sitio concreto de la escena. Las escenas de recuerdo o las reales del final tendrán una luz más natural. Estos cambios de iluminación facilitarán la comprensión por parte del público de los niveles en que juega la obra. Sería conveniente que acompañase a estas escenas irreales una música en consonancia con ello.
Las escenas deberán ser visualmente atractivas, con puesta en escena llamativa, más que por la escenografía exuberante, por la imaginación, mostrando los elementos escenográficos en simbólicos y fácilmente asimilables por el público. En resumen: Economía de artificios arquitectónicos, pocos pero ágiles y significativos elementos escénicos. La luz terminará por completar la escenografía.
La interpretación remarcará gestualmente aspectos del texto no fácilmente comprensibles, remarcando la acción, facilitando su comprensión para el público italiano. No debe enfocarse como espectáculo textual, sino como un espectáculo visualmente atractivo con acción clara y definida en cada una de sus escenas, siendo el texto una aportación más al espectáculo.
Este espectáculo lo pueden realizar cinco actores. Creo que entre cuatro sería muy apurado en cuanto a cambios de vestuario y las transiciones podrían ser demasiado largas.
Un problema distinto es el de la escena de los galeotes, en la que salen siete galeotes, un comisario y dos guardias. Podría simplificarse con un comisario y tres galeotes, ajustándose el texto para unos contasen lo que los otros no cuentan.